miércoles, 23 de julio de 2008

Alice complain.

Estado General:

Por mucho que uno se empeñe, la mayoría de las veces que nos dejamos llevar por las emociones, la cagamos. Un exceso de emotividad nos lleva a un sufrimiento innecesario, a un aprendizaje duro de algo que, con un poco de calma, conseguiríamos aprender de igual modo.

Yo soy una persona bastante visceral y emotiva, que intenta por todos los medios racionalizar sus sentimientos. Quitarles la pátina de exceso, llevarlos a un terreno donde poder analizarlos, comprenderlos y racionarlos en su justa medida y en su contexto.

No soy de esas personas frías que las cosas no le llegan o no le importan, ni siquiera soy de las que lo aparentan teniendo en su interior una tensión que a poco que se aprieta saltan en lava ardiente. Mas bien trato de que los sentimientos que tengo no dominen, ni condicionen mis acciones. Aunque muchas veces, se me van los perros.

Quiere decir, que sé lo que tengo que hacer pero que no siempre me sale.

Casi siempre son mi ego y mi orgullo los que me privan de una prespectiva mas alejada, y personalizo demasiado. En otras, estos dos intrigantes, hacen que quiera para mi un protagonismo que no me pertenece. Hay situaciones en las que me considero mas lista o mas preparada, o mas-mas y hacen que me frustre por no conseguir la consideración que creo merecer.

Patrañas, trampas egoicas, mentiras preparadas por un superego intratable.

La cosa no es controlar los sentimientos, porque esto te lleva a una tensión interior que, a la larga, te hará explotar en ataques de excesos. Si no, mas bien, comprender, saber que es lo que te causa ese sentimiento y como reaccionar ante ello, para que no se convierta en una compuerta mutiladora del fluir.

¿Lo que me pasa luego, después de mi exceso?, es que enseguida me arrepiento. Y me considero terriblemente injusta, poco empatica con la realidad del que me ha ocasionado la reacción, decepcionada por mi falta de entendimiento y puesta en practica de lo que supuestamente sé que debo hacer. Me enmiendo la plana, me castigo, me flagelo, y me prometo no volver a ser injusta. Pensar antés de tomar una determinación al respecto.

En fin, que hoy es un buen día como cualquier otra para disculparme con aquellos a quienes mi orgullo les haya tratado injusta o desconsideradamente. LO SIENTO.

Y me voy a buscar un muro, donde lamentarme amargamente por ello.

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